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Realizada el jueves, 21 de marzo de 2013. Día soleado y con
temperatura agradable.
Estaba en Villarreal de San Carlos sobre las 9,30 de la mañana.
Aparte del mío, ningún otro coche en el aparcamiento que no fuera de personal
ue trabaja en el Parque.
Me dirigí por la calle principal hacia abajo, en dirección al
río. Nada más salir de la calle, a mi izquierda veo tres o cuatro bungalows
ocupados por chavales de ambos sexos de entre doce o trece años. Pienso que
deben estar pasando unos días de inmersión en la naturaleza. Un poco más abajo,
al otro lado de la calle, otras tres construcciones similares y un poco más
allá, a solo cinco o seis metros de la carretera, lo que parece ser un antiguo
pozo de ladrillo encalado.
Un poco más adelante otro pozo construido con lanchas de
pizarra y granito, todo él cubierto de vegetación.
Aquí mismo arranca, a mi izquierda, el Itinerario Amarillo, que
va a La Tajadilla y que tengo previsto realizar otro día. Yo subo el pequeño
repecho y, desde lo alto, me vuelvo para fotografiar las cuatro casas que son
Villarrreal.
Cuando inicio la bajada, queda a mi derecha un pequeño prado
con una casa y un chozo. No parece que allí viva nadie habitualmente.
Poca vegetación en el tramo de bajada. Retama, algunas jaras y
cantuesos que lucen con todo su colorido. Y un pequeño regato que genera un
agradable sonido al saltar por las piedras.
Me llama mucho la atención cómo la piedra por la que camino ha
sido, a lo largo de los años, pulida por el agua de lluvia cuando baja, rápida,
hacia el río que se ve allá abajo.
Enseguida estoy en el mirador, junto al que hay un chozo de
nueva construcción que recrea lo que debieron ser en otros tiempos estos
refugios de pastores.
A mis pies las aguas del Tiétar se incorporan a las del Tajo
después de haber realizado las curvas a que le obliga el cerro del Codujón,
cuyo extremo último me queda a tiro de piedra a mi izquierda.
Paso junto a unas zahúrdas, de las que solo quedan parte de las
paredes, antes de llegar al camino que debería llevarme al Puente del Cardenal.
Sin embargo, un letrero me avisa que el camino al puente esta
cortado. Las aguas del Tajo están tan altas que el puente ha quedado
completamente sumergido. Donde debería verse no hay más que una superficie
tersa de agua.
El mirador que 400 metros más allá permite admirar el puente
que en 1450 fue mandado construir por D. Juan de Carvajal, obispo de Plasencia,
hoy no nos lleva a admirar otra cosa que las aguas tersas del Tajo. Un cronista
de la época cuenta que el puente tuvo un coste de tantas monedas de oro como
piedras tiene: 30.000.
Justo al otro lado, al pie del Cerro de la Tajadilla, como el
puente, está la Fuente de la Quimera, construida toda ella de pizarra, de base
cuadrada y cúpula redonda, queda ahora totalmente cubierta por el agua; también
allí, pero al otro lado del brazo de agua que se adentra en la umbría, al pie
del Cerro de Monfragüe, la casa de los Peones Camineros, que esta vez tendré
que conformarme con ver desde esta orilla. Y un poco más arriba de dicha casa,
la Fuente de la Parra. Todo ello queda para otra ocasión.
Sigo caminando hacia el Puente Nuevo y me llevo la sorpresa de
que, justo a su entrada, una señal parece puesta a propósito para confundir a
los turistas. Está a la entrada del puente y señala hacia la derecha (por donde
baja un camino hacia el agua) indicando que por ahí se va a la Fuente del
Francés. En realidad la Fuente está al otro lado del Puente y a la izquierda.
Ignoro porqué mantienen la señal de esta manera.
Al empezar a pasar el puente, se me ofrece una buena vista de
los Canchos de las Buitreras, donde se inicia la Sierra de Peñafalcón,
parcialmente tapada por la Sierra de Monfragüe.
Cruzado el puente, a la izquierda, la Fuente del Francés. Lleva
este nombre en honor del joven francés Alain Maurice Jonsson, camarógrafo, que
en abril de 1979 se metió en el río por la zona donde está la fuente, tratando
de salvar un ave que había caído al agua. Murió en el intento. Su cuerpo fue
encontrado dos meses después, cuando cesaron las lluvias y bajó el nivel del
agua, aproximadamente a la altura donde ahora está la fuente que fue erigida en
su memoria en 1985.
Al lado izquierdo de la fuente arranca la subida que, por la
umbría de la sierra, me permitirá llegar al Castillo y en la que adentro.
La subida son 2,5 kilómetros en los cuales se salva un desnivel
de poco más de 250 metros. Son 2,5 kilómetros para disfrutar con la vista, el
oído, el olfato y el tacto. Y si alguno es más aventurado, podría también
utilizar el quinto sentido: el gusto. Es un trayecto para hacer despacio,
recreándose y disfrutando.
Según nos vamos acercando al Castillo vamos viendo a las
rapaces volar, primero por encima de nosotros, luego a nuestra altura y un poco
más tarde por debajo.
Cuando, por fin, corono la subida, las vistas son
espectaculares. El lugar donde me encuentro está, aproximadamente, a medio
recorrido del gran arco que forman las sierras del Arco (Cañaveral), Santa
Marina (Casas de Millán) y Santa Catalina (Serradilla) al oeste y de Monfragüe,
de las Corchuelas, del Espejo y de los Piatones hacia el este.
De famoso castillo solo quedan algunos esbozos de muros y los
restos de dos torres que hoy nos sirven como atalayas desde las que contemplar el soberbio espectáculo que desde allí se nos
presenta.
La bajada del castillo la realizo por la solana de la sierra ya
que es mi intención visitar el abrigo con pinturas rupestres que hay aquí. Pero
mi interés se ve defraudado, ya que el acceso está cerrado a cal y canto.
Imagino que solo será posible la visita previa concertación con quien lleve la
administración del Parque. Yo, me quedo con las ganas.
Continúo camino dirigiéndome hacia el Salto del Gitano. Para ello
tomo una vereda que hay fuera de la carretera y por su lado derecho. Al llegar
a la zona de aparcamientos hay que cruzar al otro lado para poder ir al
mirador. Cuando yo llego, no menos de 50 personas están contemplando el
espectáculo.
Quedan enfrente los Canchos de las Buitreras por donde vemos
volar majestuosamente una veintena de buitres. Es un bonito espectáculo, aunque
yo reconozco que no soy un apasionado del tema.
A nuestras espaldas, en el Salto del Gitano también hay nidos.
Creo que son otro tipo de aves y capto a dos que vuelan juntas.
Y terminada mi observación continúo mi camino. Tomo una vereda
que sale a la izquierda, alejándose de la carretera y bajando hacia la orilla
del río, sin llegar en ningún momento a caminar junto a él. El camino, a ratos,
está lleno de piedras que dificultan la marcha. Mucho ramaje y carrascos de
baja altura con los que, a veces, hay que tener cuidado para no darse de cabeza
con ellos.
Finalmente llego a un área de descanso que hay al inicio del
Puente Nuevo, en el lado opuesto a donde está la Fuente del Francés.
Al llegar a la altura del Puente del Cardenal veo el Salto de
Torrejón, que esta mañana no veía al haber menos luz.
Por el mismo camino que bajé a primera hora, regreso hasta
Villarreal de San Carlos, dando por concluida la ruta.
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