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Realizada durante la mañana del 26 de
febrero en compañía de mi hermano Pepe, montañero y senderista (por ese orden),
que vino de Madrid para hacer conmigo tres rutas en dos días.
Como yo había hecho la Ruta del Almendro en Flor unos días antes, diseñamos una ruta
alternativa sin apenas coincidencia con la anterior. Y he de decir que durante
el trayecto quedé absolutamente sorprendido pues los parajes que recorrimos
fueron de una belleza extraordinaria, en nada comparables con el realizado unos
días antes en la Ruta del Almendro en Flor.
Estábamos en la Plaza de la Constitución de
Garrovillas temprano. Plaza porticada, impresionante, magnífica no sólo por su
tamaño, sino especialmente por su luz y su belleza. Es una lástima que sea tan
poco conocida por los cacereños y por los que no lo son.
Imprescindible detenerse ante el Palacio de los Condes de Alba y Aliste (hoy
hotel de 4 estrellas), así como acercarse al pozo que está en medio de la Plaza,
que el día de nuestra visita tenía colocada una rejilla y una placa a nivel del
suelo de la Plaza. Nos explicaron que la ponen porque cuando hay toros, la
gente se mete dentro y que este año aún no la habían retirado.
Merece la pena contemplar las chimeneas de
algunas de las casas y los arcos de piedra y de ladrillo que se encuentran al
inicio de las calles Mendo y San Pedro.
Desde allí nos dirigimos hacia la Iglesia de San Pedro, que no pudimos
visitar por dentro. En la corta calle de las Seis Rejas, que sale de la Iglesia, nos llama la atención la
espadaña vecina a la Casa de los
Templarios, con su nido de cigüeñas. Y también el fantástico balcón de
esquina de la Casa, de finales del siglo XVI.
La calle termina donde se ubica el Convento
de las Monjas Jerónimas, que merece la pena visitar aunque solo sea para
comprar sus dulces y, entre ellos, los famosos “cagajones” de Garrovillas. Nosotros los compramos a la vuelta.
Allí mismo arrancan las calles Angosta y Valencia, por las que fuimos buscando la llamada Calleja del Altozano. En la Plaza de
ese mismo nombre (del Altozano), fotografiamos el pozo, cuadrado y enrejillado
a la altura del brocal, y en lugar de haber ido directamente a la Ermita de Cristo y de allí al Convento de San Francisco, me pareció mejor
opción que mi hermano viera el enorme pozo redondo que yo había visitado unos
días antes.
Por ello, bordeando las huertas que hay
detrás del Convento y a través de una calleja que sube en pequeña cuesta, llena
de rústico sabor y con portadas fechadas a finales del siglo XIX, fuimos
primero a hacer esa visita.
El pozo, como a mí, le recordó los
existentes en Ceclavín, el cacereño
pueblo de nuestros padres, y que actualmente han desaparecido, tanto por
“exigencias” del tráfico rodado moderno como por la poca conciencia de historia
popular de algunas personas con responsabilidad municipal.
El Convento
de San Francisco, o de San Antonio
de Padua, fantástico. Es una lástima que la vergonzante desamortización de
Mendizábal diera al traste con esta joya como con tantas otras por todo el
territorio nacional, si haber servido más que para destruir riqueza
arquitectónica y para enriquecer a los terratenientes que ya eran ricos. Y una
pena que Garrovillas no pueda y las autoridades autonómicas o nacionales no
quieran acometer la recuperación de este conjunto, que con un poco de esfuerzo
sería un atractivo más y muy importante para la localidad.
Dejamos el Convento a nuestras espaldas
tomando el camino que sube en dirección norte para encontrarnos 400 metros más
allá un cruce identificable por una puerta de paso con tejadillo, donde los dos
caminos se encuentran. Tomamos el de la derecha para ver enseguida un poste que
nos anuncia la presencia de la antigua Mina
del Matasanos, hoy abandonada, a la derecha del camino. Vamos a ver, ya
desde ahora y en toda esta ruta, numerosos pozos de agua, la mayor parte de
ellos en desuso, en casi todas las fincas.
Tras otros 800 metros, en otra encrucijada
bien señalizada, tomaremos el camino de la derecha, en dirección a Mata de Alcántara. Este camino va
descendiendo a la vez que describe una ligera curva a la izquierda. Justo en el
sitio donde la curva cambia de sentido encontramos en el margen derecho del
camino una roca con forma de seta de unos 4 metros de altura. En algún sitio he
leído que antiguas historias cuentan que se trataba de un altar para realizar
ofrendas a la deidades. Parece que los lugareños la llaman “La
Peña del Bolsillo”, pues algunos le encuentran parecido a un gran
bolsillo.
Pocos metros más allá otra bifurcación, ésta
sin señalizar, nos posibilita tomar cualquiera de los dos caminos, pues ambos
nos llevarán al mismo sitio. El de la izquierda es más corto. Nosotros optamos
por el de la derecha, pues queríamos conocer lo mejor posible el entorno.
Entre fincas que en otro tiempo tuvieron
paredes que las separaban del camino construidas, en buena medida, con rocas de
cuarcita, encontramos almendros, aunque no en demasiada cantidad. Unos jamelgos
y un burrito rompen su monotonía a nuestro paso y, a poco de cruzar el Arroyo de Ballesteros, llegamos a otra
encrucijada bien señalizada, donde hemos de tomar el camino de la izquierda, de
nuevo en dirección a Mata de Alcántara. En pocos minutos habremos enlazado con
la alternativa de la que hablaba más atrás.
Es a partir del nuevo cruce de caminos, en
el que tomaremos el bien señalizado de la derecha, de nuevo con dirección a
Mata de Alcántara, cuando vamos a entrar en la que, a nuestro gusto, fue la
parte más hermosa, con mucha diferencia, de la ruta.
Todo este paraje recibe el nombre de Valdepelayo. Ya desde este cruce vamos
a empezar a ver los pinos piñoneros, característicos de toda esta zona. Y,
estando a finales de febrero, la presencia siempre amable de las cigüeñas.
Nos encontraremos con una cancela y, a su
derecha y en medio de la pared divisoria de la finca, una encina doble con un tronco
a cada lado de la pared.
Hemos de cruzar la cancela, cuidando de
dejarla bien cerrada y, una vez al otro lado, podemos optar por bajar la loma
por nuestra izquierda siguiendo una vereda, dejando siempre una alambrada a esa
misma mano, o continuar el camino que se va perdiendo poco a poco, pero que
también nos lleva, tras una curva, a bajar la loma.
En cualquier caso vamos a encontrarnos con
el Arroyo de Rehana que, al pasar
nosotros, llevaba un buen caudal que pudimos, no obstante, cruzar sin ningún
problema.
Justo al lado del lugar donde nos
encontramos, a través de una cancela saldremos al camino por el que iniciaremos
el regreso en dirección a Garrovillas. Es una pequeña subida con magníficos
ejemplares de pinos a derecha e izquierda. Una charca sirve para abrevar el
ganado que, al pasar nosotros, se protegía del sol bajo uno de los árboles sin
perdernos de vista.
Enseguida vamos a encontrar la carretera
CCV-113, por la que tendremos que caminar durante unos 300 metros, prestando
especial cuidado a los coches, pues no habiendo apenas arcén, habremos de pisar
asfalto.
Un cartel de Red Natura 2000 nos ofrece un
plano y nos describe lo que se llaman “Pinares
de Garrovillas”. Ese es el punto en que hemos de abandonar la carretera por
un camino que sale a la derecha.
Nuevamente nos acompañarán pinos y grandes
canchales de piedra. También vamos a empezar a ver vides, las primeras que se
nos ofrecen a la vista.
Al llegar de nuevo a la misma carretera de
antes podemos cruzarla para, por un camino que sale casi de frente, ir
directamente hacia Garrovillas. Nosotros optamos por, tras caminar unos pocos
metros por la carretera, tomar un camino que sale a la derecha y que lleva al paraje del Gallito, donde Garrovillas
celebra, desde hace 13 años, la Fiesta del Almendro en Flor. Yo lo había
conocido el domingo anterior y quería que mi hermano también lo visitara.
En cuanto se deja la carretera se comienza a
ascender por el camino en dirección al Gallito.
Veremos, en un árbol, la pintada de un cretino que no ha tenido otro
entretenimiento que ensalzar símbolos de discordia. A continuación un pozo nos
dirá que estamos llegando a nuestro destino.
Tras visitar el paraje, bajamos hasta la
plataforma de hormigón donde se ponen los músicos a tocar el día de la fiesta
y, por el camino que va por detrás de la misma, regresamos a Garrovillas, dando
por concluida la ruta.
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